lunes, 9 de marzo de 2009

¿Te conozco?



Conozco el camino del desesperado, el canto del augurio, las caricias de la pena. Existen cuentos y leyendas, mitos y novelas. Como la vida se agota en cada paso que da el hombre por el camino, va alzando los pies, mirando el paisaje cambiante, va solo por el sendero serpenteante de la memoria. Insinúa que conoce el lugar. El único desconocido es él mismo. Los árboles lo miran y agitan sus hojas tras su caminar acelerado. ¿Dónde llegas tarde caminante?, pienso observando que clava la mirada en el horizonte. Cada curva lo motiva con el fin de hallar la última visión que culmine con la tortura de caminar deprisa por los canales inundados del sendero que se ensancha en un mar. A brazadas lo nada él, el incomprendido, desconozco a este pobre infeliz que se asegura de conocer tan bien el mundo como para apostar su vida al destino que tiene la carta, el mazo y el juego en la punta del dedo menique.

Acabarás te lo aseguro por encontrare fin a la búsqueda cuando acabes contigo mismo, cuando la curiosidad te consuma, las piernas no te respondan, las manos se te arruguen y no puedas dar un paso más. El camino seguirá intacto como si él no hubiese pasado por su misteriosa tierra. Seguirán habiendo preguntas, sin respuestas algunas, habrán poetas y ignorantes. El hombre seguirá siendo hombre, lo finito de su existencia inmodificable y traicionera. Debilitando los lazos que puedan tener entre ellos, los hombres, el mayor invento, el inventor inventado. Pobre caminante desesperado, dulce augurio de vida robada, recuerdos de dolor y traiciones. Todo es Vida con su nombre, Momentos.

¿Qué conozco de él?, ¿quién motiva mis acciones? Moviendo los hilos tejiendo incoherencias con la aguja afilada. Miro sin comprender el paso ni el caminante. Es otro, más desconocido. Pero vi algo que me recordó en él, la longitud de los pasos, la determinación, la finalidad. El caminante desesperado y sediento de aquella historia vieja en el baúl de la inconsciencia, era desconocido. ¿Te conozco, desconocido? Le pregunté, y él mirando su camino acelerando sus pasos me contestó con una pregunta ¿Te conoces a ti mismo? Agaché la cabeza y me resigne a la búsqueda, la misma que el desconocido, conocerse a sí mismo.

Antes de comprender quién era escribí las últimas líneas, éstas últimas, yo era la historia de lo que había sido la búsqueda. Lo garabatee en la tierra del camino donde me quedé por un tiempo indeterminado.

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