viernes, 30 de enero de 2009

Juego de "azar".


"Azar", eligo todo al simple "azar", otra manera de llamarla a la suerte. Un indeterminado futuro que se funde en el presente continuo, sin ser lo que es nunca tiene su propia oportunidad...

Tiene tan poco sentido que debería ser suprimida del vocabulario, en todos sus idiomas ¿Qué es el azar?, una simple idea de culpar al destino de la decisión errónea, una palabra como cualquiera, vacía, obsoleta. Deliberado, es lo contrario a azar, como se confunde la gente tan fácil, como me aturden los pasos sigilosos de la suerte de mi existencia.

Cartas, más cartas en la mesa, todas boca abajo, mirando el tablero, alineadas, con un color, en preferencia rojo. Vislumbra una sola, la que tiene que ser elegida, por que así es, no hay cuestión, no hay "azar", eligo, por que es la que tiene que ser. Tiembla la mano en el siguiente movimiento, como si algo podría cambiar la decisión, la palabra que flaquea en el inconsciente de la persona que eliga. Me mira, tiemblo un poco, y lentamente retiro la mano de la carta, alejada del "azar", de la suerte, me maneja, no decidí entonces. El decidió por mí, y no me pude negar, qué era yo, para luchar contra algo más fuerte y impredecible como el tiempo. No no era nada, una mortal marioneta de su misterio sublime y contradictorio.

"Azar" o tal vez decisión, tiempo espacio. Un concreto movimiento reversible limita a la palabra tan citada la sustrae y se escapa como el pensamiento "lo que me atrae se me sustrae". Basta la mención de el nombre que me ata para frenar mis acciones mal encauzadas, y guiarlo todo a un camino con muchos desvíos que no me permiten mirar mi futuro, que como la prevista palabra no existe, no tal cual lo planeo.



Azar o como te llames existe y guia mis aciones por lo impredecible como él.

sábado, 24 de enero de 2009

Delicado, desorden

Creo que me voy a dejar llevar... por lo que en realidad va a pasar, sin dejarme de inventar más cosas

¿Para qué necesito mas versos? es injusto solo en al medida que creo que es de esa forma. Lo que me impide seguir viendo para adelante, eso que cuando dejo de ver se transforma en el más voluble de los recuerdos en pastados en el inconsciente fuera de lo que se escapa.

Debería ahorrar tiempo en palabras que evado con tanta frecuencia como lo que respiro, ahorrar excusas y dejar todo como está, sin más ni menos.

Es extrañamente familiar como brotan las mentiras como agua de la canilla, capaz que son tan corrientes como el hacho de vivir, o son más creíbles que toda la existencia del pensamiento. Hablar de mentiras creíbles... un divague para las más inhóspitas mentes aturdidas por el bombardeo de aparentes "verdades" condimentadas con un sabor placentero de que está todo en orden.

No, no me convencen ni me engatusan, viles, ordinarios, tanto como la cruda realidad sin sabor sin dicha, sin una sola palabra que brote del agua del mismo ser, sin la más retorcida mentira de creer que podemos afirmar algo.

No señores, ustedes a mí por lo menos no me engaño, yo me engaño por voluntad propia... Y que les quede claro (como el agua podría comparar)

domingo, 11 de enero de 2009

Memoria de un hombre aprisionado




Miro el ocaso, a través de la ventana, en el rojo del sol, escondiéndose, detrás del horizonte, estaban los días de mí pasando. Los barrotes no me dejan seguir viendo, la poca luz de mi celda se extingue, como las ganas de escribir. Me quedan pocos días para salir, y me invade un poco la curiosidad. Estuve años, o tal vez siglos encerrado. La noción de los días se pierde, pero sigo recordando el sol, cómo la luz roja se extingue, siempre, en la misma dirección, y me deja solo, tirado en una manta que provisoriamente esta tendida en el suelo. Hay cartuchos gastados por el suelo, de lapiceras que cumplieron su función y se acabaron, como pronto lo hará este tormento del encierro que se debe sufrir cuando se vive tras las rejas.

Los horarios son estrictos, las comidas rigurosas la vida, un día de atardecer y trabajo, siempre iguales y monótonos. Un timbre indica la llegada de una visita, era mi esposa. Todos los martes me traía una torta de chocolate con cobertura de merengue seco, ella sabia que odiaba el merengue seco. Pero a pesar de todo yo, valoraba el gesto, aunque había días que tenía ganas de tirarle la torta por la cabeza e insultar a viva voz a todo el mundo que se cruzara conmigo. Mi conducta era óptima, en mis años aledaños solía ser un feliz hombre con buena paciencia y excelentes modales. Me había cansado, tal vez por aburrimiento y decidí ser un poco más sincero y decir lo que sentía y pensaba de la gente. Por ello tal vez termine encerrado, el mundo no me comprendía y ya no me quería creer. Dicen que la gente peligrosa es más peligrosa por su creencia que por su fuerza física. Yo era menudo y no le hacia daño ni a una mosca, pero las palabras con las que me manejaba eran más filosas que una navaja.

Los horarios sobre todo, eran lo que más me traumaba, la gente de afuera también presa de sus obligaciones y horarios, maldito reloj que marca la hora me decía a menudo. Lo que me quedaba y me llevaba era la sensación de algo haber perdido en el transcurso de ese trecho de vida desperdiciado, cuando era la costumbre escribir solo por escribir, sin nada que decir más que la sociedad es injusta. La justicia es injusta en este lugar, saben a lo que me refiero, no es fácil ser abogado y vivir encerrado en un estudio donde la cárcel es la peor ideología de defender lo indefendible y buscarle las razones a lo no razonable. Por eso he decidido firmemente que ha legado la hora. La hora que no marca mi reloj sino que la marco yo. Es por aburrimiento, pero ya he visto muchas puestas de sol, y no quiero ver más. Los barrotes de mi ventana que puse por seguridad, la manta que tirada en el suelo de mi oficina yace reprochándome haberme quedado dormido, una vez, más sobre el trabajo acumulado en mi escritorio.

La torta de chocolate que mi esposa había traído, esta vez por motivo de mi cumpleaños con una nota en el merengue seco: “hipócrita”. Era martes por la noche, el día que le daba paso a la mañana del miércoles, el día pactado, para tomar la decisión de salir de mi escritorio y aventurarme a la nueva vida que iba a tener de ahora en adelante, de igual manera no tenía nada que perder, era esta prisión o la otra, debía elegir. Por eso decidí y espero que sea lo mejor para el mundo y mis colegas, agarrar un cartucho escondido en el fondo de mi cajón y… escribir con una nueva lapicera las injusticias del mundo de la política, aunque gracias a ellas termine en la cárcel.


viernes, 2 de enero de 2009

Yo o la "otra"

Es una ocurrencia, que no solo a mí se me ocurrió. Varios escritores de tallas más elevadas que yo lo plasmaron es sus obras, grandes obras, debo admitir. Es necesario que cite a uno, muy conocido, es a Borges, cuando escribió ‘’el hacedor’’, dudaba de estar escribiendo esas hojas él, era el otro, no creía que estaba manejando su propia vida ni su creación literaria. Pienso tal ves erróneamente que me siento de una manera similar. Yo, la extraña que convive conmigo. Soy o tal vez no soy, escribo para escaparme de las presiones que me da la otra, esa que es diferente pero es igual a mí. Siendo como Jekyll y Hyde, uno sólo que en realidad es diferente, pero al fin comparten lo mismo. Supongo que somos ríos diferentes que concluyen en el mismo mar de personalidades.

Es algo muy cotidiano, pero que me cuestiono bastante seguido, seré yo realmente, me ayuda saber que no soy solo yo, para tal vez, no estar sola en lo que hago y dejo de hacer. Que exista otra persona, para a ella otorgarle la responsabilidad, de lo que en realidad censuramos pero a veces se nos escapa del inconciente.