viernes, 27 de febrero de 2009

Número 8

El orden tan metódico de los números





Irresistibles como inexistentes







Dependen de las cosas para ser, prácticos







Mueren donde muere su originalidad







Uno más ya esta de más y lo transforma







Número ocho que sos nada escrito con palabras





Número 8 que sos expresando en tu ser







Invertido al revés mi infinito que te contiene,







Mis manos te escriben una y otra vez...







Te vivencio, y de todos los números de conjuntos infinitos









Que tan únicos son







El más ambiguo es











888888888888888888888888888888888888888888888888888







lunes, 23 de febrero de 2009

Las palabras que me atan a la existencia



Gastando lugar con palabras, observando atentamente cada letra, única sin significado si no viene acompañada de otra. Moldeando la respuesta adecuada a la pregunta cuestionada. Mientras el sol se oculta y renace el extraño dolor de la ausencia, una única ausencia, tú ausencia. Hace tal vez semanas que no recuerdo tú rostro, tanto que dudo de haberlo visto alguna vez. Pero esto que persiste en cada palabra, lo que me insinúa que cada ensayo, cada composición, que te mantenga presente en mi escrito. Empiezo con una letra, cualquiera, pero lo impresionante es que me guía como un laberinto con una sola salida, a tu nombre.

Persiste en la punta de los dedos que teclean contrariados lo que deseo y no puedo obtener, por que no está. Se fue dejando una ligera despedida al viento, una promesa efímera que podría no significar nada en especial para él. Sin embargo sus palabras resuenan, resaltan en las muchas letras en mi cabeza y cobran vida propia. A veces se me escapan de la inconsciencia y como ahora, me permiten que “hable” de ellas como si fuesen verdad.

Lo que me ata a lo mismo que me mantiene viva me estrangula con una soga en el cuello. Necesito de ella tanto como estoy muriendo en las palabras contenidas. El lenguaje me permite expresar pero te permite a ti hacer promesas que tal vez no cumplas y me destruyan como me atan a tú recuerdo. Imprescindible como el respirar, te alojaste en el inconsciente y invadiste hasta a mis sueños. Si, mi vida, no es tan privada, ahora no dispongo de ella a mi voluntad, persisto en hallar palabras adecuadas que no expresan ni la mitad de verdad que la sinceridad que escribo. Verás, esta es tú voluntad, la mía muriendo, y un conjunto de palabras que cobran sentido que aún no se han dicho, o que aún no te atreves a pronunciar.

Tras las letras sucumbo, me quemo como un papel achicharrado en las llamas de una hoguera. Pero sigo, impresionándome hasta a mi misma, sigo viva ardiendo en las llamas de la confusión mirando de cerca las frases y comentarios, revisando las insinuaciones que me lleven a la esperanza, y tras ella a la espera que parece interminable.

Dos palabras dichas en el momento justo con significado aparente se escurren en los labios de aquella persona que me ata a lo peor y lo mejor, a la existencia.

jueves, 19 de febrero de 2009

La loca incertidumbre del amor


“Hay días en que la incertidumbre me vuelve a matar”, escribió ella sentada en el amplio sofá de su casa, “no es que no me guste la incertidumbre, la encuentro un poco alentadora en algunas situaciones, pero en esta, me gustaría prescindir de todo y que sea mi futuro un libro abierto que pueda leer a mi antojo”. Ella era una persona bastante obstinada, y en diversas ocasiones se vio perjudicada por sus caprichos sin beneficio aparente. Ahora estaba en esos momentos típicos de una mujer enamorada y se resistía a que él, no la quisiese.


“Leer, en el libro de mi vida tu nombre, un sólo nombre que me vuelve loca” prosiguió mirando luego el abrigo colgado en el perchero de la entrada. Estaba oscureciendo y pronto se quedaría sin luz, los árboles dibujaban suaves siluetas en la pared blanca. “Cuando te conocí sentí algo que no había sentido en mi vida, me imaginé una vida juntos, tan brillante y casi real que me dedique a perseguirla sin tener en cuenta algo muy importante, que tal vez, quizás, tú no sentías lo mismo”. Pobre chica necia y enamorada como todos los humanos, se adelantó y las consecuencias la condujeron por el camino de la locura.


“Eras tan hermoso, tan misterioso que no pude contener o no pude permitir que mis sentimientos se cobijen en la seguridad de mi interior, por eso fue que tuve que expresarlo, mi ilusión debía cumplirse a como de lugar. Me bastaba el ver la expresión de tu rostro ante el altar cuando me aceptaste como tu esposa y vivíamos la vida tan felices juntos, que supe que era lo mejor para ti, y también para mí. Pero quiero que entiendas que si no hubiera sabido que ibas a ser feliz conmigo no habría actuado. Yo no soy egoísta y por eso solo busco tu felicidad sin que la mía me importe mucho”. La criatura despreciable se aferraba a la hoja como a un recuerdo que no podía dejar ir. Las lágrimas derramadas fueron esparciendo la tinta mientras continuaba escribiendo con menos luz que antes. “Ahora me dices que te he arruinado la vida cuando la uní con la mía, pero pretendo que entiendas que es lo mejor, cuando se te valla la ira verás que me amas y que no puedes vivir sin mí’’


La última luz roja del rayo de sol atravesó la ventana y le ilumino el rostro afligido a la escritora desesperada. Se levantó de un salto y corriendo hacia el otro lado de la habitación, encontró lo que buscaba, el interruptor de la luz del cuartito de al lado del sofá. Con dedos temblorosos lo accionó, y continúo escribiendo en la pared. “Yo mi amor estoy destinada a la muerte, estoy muy enferma, muero cada día y sé que no serás feliz en mi ausencia. ¿Es acaso un pecado querer tu felicidad a mi lado?, no lo creo, no debía ser tan egoísta de dejarte vivir si sabia que no ibas a ser feliz en esta vida terrenal. Ibas a sufrir mucho por que yo me iba a morir. Por eso mi amor te maté, por tu bien, para no ser egoísta.”. La loca se retorcía de la risa mirando el cadáver ensangrentado del hombre en el suelo de la habitación, él no era su marido, el no se había casado con ella, él estaba enamorado de una muchacha que ahora estaría infeliz por su muerte. Él era inocente, una victima del más retorcido amor de la loca.


Entonces la loca se puso el abrigo del hombre inhaló profundamente y escribió dos palabras más con la sangre del hombre: “Te amo”. Acto seguido se suicido tomando un exceso de medicación para la enfermedad por la cual decía que se moría, la incertidumbre del amor.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Siendo lo que no

Se va, al fin pasa



Desaparece



La nada



El todo



¿qué queda de nosotros cuando no somos?




Otra vez



Se escapa



El bullicio torpe



De las mentiras que proliferan



De tu boca como flores en primavera

jueves, 12 de febrero de 2009

Enfermizo

Cómo me dirijo a usted, si es en abstracto, tan fantástico como la misma idea que tengo en mi pensamiento de una silueta. Unos brazos, un rostro, difuso, no lo sé pero es complicado recordar un rostro a la perfección, salvo si lo volveré a ver, en el fondo, sabré que lo conozco. El hombre es un inmenso continuará, cambia como solo lo hacen los que están vivos, sin embargo quién es capaz de atestiguar en este juicio cabal de la existencia de si mismo. El doble de una silueta mirando a través de espejo, un, metal plano, finito, poco convincente. Usted, nadie fuera de usted, me permito decirle con poco razonamiento y una idea en le mente, de que no es más que un invento como todo el mundo.

No existe, me convencí por un rato, las ansias de derramar una gota salada para sentirme sola, naturalmente débil, humana, como todos, como el “usted” que se proyecta en el vacío de una reflejo, una cara difusa, no lo recuerdo bien, el dolor de querer ver lo que veo me ata a lo egoísta.

El cinismo ceñido a la arrogancia de pretender ser un alguien que no es alguien sino nada. Quisiera querer poder y creer existir como existen los recuerdos, volver al pasado y extraer conclusiones de la vida. El retorno me satisfacerla para recordarle, a usted que alguna vez fue en la vida de alguien, algo más que una palabra, una acción, una estrategia para desearlo… si, es un orgullo saber de sus prejuicios, lo terminaría ahogando, tirandolo de un acantilado, si con eso, podría comprobar que existe, a través de su frágil muerte, o mi mente buscaría otra excusa para salvarse de haberlo asesinado y inventaría que usted nunca existió, por que no puedo recordar su rostro con claridad.

Los escucho… los veo, los siento pero ellos viven, qué más podría ser entonces, el usted si intentan convencerme que no existen esos recuerdos, que nunca hubo reflejo en el espejo, que es una enferma proyectando sus ilusiones en un lugar blanco inmaculado, sola como viene al mundo.

Entonces, mi vida usted no existió jamás.

Algo de mi también tienen, algunas veces inventan gente que en realidad no está más que en sus recuerdos, cómo quieren que crea lo que me dicen si son iguales, al menos en menor grado pero iguales al fin, sufren tanto como yo por el “usted” destruido. Los acuso de ser insensibles ante mi situación, comprendan, que no es un capricho sino una necesidad de existencia, para probar que de alguna manera existo yo si existe está gente en mi mente…

Todo, susurró tirada en el piso la esquizofrenia de mis recuerdos, se aplastaba contra el suelo mojado según ella, del manicomio. Estiraba sus brazos como si quisiera alcanzar algo invisible a mis ojos, con la mirada perdida en el pasado, y las ilusiones que vivirían con ella, producto de la enfermedad de su vida que la ataba a una existencia ficticia, que era en sus ojos tan real como la mía, o la de usted.

martes, 3 de febrero de 2009

La tumba sin nombre



De mi más considerado pésame.
Lamento mucho la perdida de éste hombre, que durante toda su vida fue, como podríamos decirle, un ente, una nada, un chicle en el zapato de los que se cruzaban por su camino. Puede que le encuentren algo morboso y que me este burlando de la pérdida de esta persona, pero la sinceridad es como es, y éste era como era. Como otra persona distinta, podría juzgarlo desde un punto de vista abstracto, como sólo pueden ser de los que estiman. Él iba siempre apurado, caminaba con pasos cortos y rápidos, mirando su celular de vez en cuando para chequear sus llamadas y comprobar horarios de reuniones. Vivía, como lo observaba, para su trabajo, no me podría haber imaginado el hombre sin el portafolio.

Tal vez habría sido un buen padre de familia, pero este hombre era soltero sin hijos, y para mayor soledad, también, hijo único. Su dinero fue enterrado en la misma tumba que el, bajo una inscripción de oro que rezaba “Aquí yace el capitalismo, enterrado está, su hombre”. Qué profundo era el significado, o lo que quería transmitir, tal vez por eso la lápida desapareció, era demasiada verdad, o quizás haya sido por que era de oro.

Lamento como solo puede lamentarlo alguien que sabía que este hombre era un títere, no fue su elección, solo se lo impusieron, y el debido a su escasez de inteligencia práctica acepto cavar esa tumba. Tarde, para que él se de cuenta, termino consumido en su propia ambición. Lo que podría haber quedado de él como un recuerdo en la memoria de sus seres queridos, se borra. Queda, en mi memoria, la memoria del oprimido por las acciones en vida, el que debía callar o le cortaban la lengua.

Ahora, que no hay más para pelear, la lucha ha consumido tantas gentes, como el que se encuentra enterrado en la tumba sin lápida. El hombre, que vivía pensando en el futuro y vivía para vivir mañana, murió sin darse cuenta que acumular bienes raíces y dinero no lo llevaría a ninguna parte.

domingo, 1 de febrero de 2009

La realidad y la burbuja rosada.


Tuve, a mi pesar mas doliente y hermoso, la más mágica de las ilusiones volcadas tan de cerca, que parecía sincera verdad. Me dolió bastante cuando la burbuja, rosa y grande de pintura explotó, con un ligero pum me despertó. El sueño había sido tan confuso, tan agradable, que simulaba haber sido soñado por otra persona, no por mi propia mente. Que desesperación, una vez más despertarse y agarrarse a la realidad, como único consuelo en el mundo ficticio.



Me reprimió la culpa insensata de creer en todo lo que pienso, en el sueño rosa de la burbuja. Capaz que hay otras burbujas menos rosas y mas tornasoladas que son las originales, que son las que no me atrevo a ver todavía. "Vamos" me dice la realidad, la de la cara más sincera de mundo, "Tenés que aceptarme ".



Era en el momento que comenzaba a creer cuando se deslizó la duda y me apabullo con sus palabras dolientes extraídas de mi propia inseguridad. Era como ver realmente a través del espejo de los defectos, no era mágico, era tan inestable como la realidad misma, entonces, debía de ser verdad, no para los otros, mas tanto sí para mí. Incomprobable en la existencia del mundo "de afuera", pero en un segundo que se deshizo la burbuja rosa, aparecieron otras, sin embargo la primera era tan real como el resto, por que estaba, no, en la otredad que me miraba con ojos prejuiciosos, sino en la alborotada corriente de recuerdos.



Así sin más ni menos sonreí finalmente viendo las cosas como las quería ver, dejando por un tiempo de lado las expectativas, de si eran o no producto de mi imaginación. ¿Qué otra cosa puedo hacer? me pregunte y le di el punto suspensivo a la idea volcada en la acción que pronto se concretará.